Esta serie de collares surgió a partir de la idea de la imagen protectora como amuleto o escapulario, como un objeto material al que se le atribuyen propiedades mágicas de protección contra todo lo negativo, en vez de un santo o virgen o alguna divinidad, use la imagen de las garitas de seguridad que abundan en el conurbano debido al grado de inseguridad en el que vivimos.
Durante dieciséis años viví fuera del país, cuando me fui dejaba la puerta de mi casa abierta, cuando volví encontré la triste realidad de la inseguridad. Las garitas también me interesaron desde el punto de vista estético ya que irónicamente, la belleza de alguna de ellas, contrasta con la fea realidad en la que vivimos.
Hábitat es el espacio que reúne las condiciones adecuadas para que la especie pueda residir y reproducirse, perpetuando su presencia. La garita representa dos tipos de hábitats, el exterior, el de los muros que separan y aíslan, que construyen esa falsa idea de territorio “seguro” y que termina condicionando nuestra existencia al aislamiento y a la exclusión, en busca de una falsa idea de protección. Y el del hábitat de trabajo, espacio reducido que cumple la función de «casita protectora» personalizada por la intervención de sus cuidadores que las rodean de canteros y flores en el exterior y las proveen de precarias comodidades internamente convirtiéndolas en lugares más amenos y familiares para pasar la larga jornada laboral.
El proyecto apunta a recrear el contraste entre la falsa imagen de seguridad de la garita y la cruda realidad que representan.